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Rezar, leer y trabajar

El lema Ora et labora, "ora y trabaja", se le atribuye a la Orden de San Benito. En realidad, esta fórmula es posterior. Para que describiera nuestra vida de forma precisa, debería ser Ora, lege et labora, "reza, lee y trabaja". La plegaria, la lectio divina (es decir, el estudio a modo de plegaria de la Palabra de Dios) y el trabajo son en efecto los tres pilares que sustentan nuestra vida, ya que son los medios privilegiados que tenemos para encontrarnos con Dios.

Rezar

La plegaria es, sin ninguna duda, un momento de intimidad con Dios. No es otra cosa que un diálogo íntimo con el Señor.

Del mismo modo que los amigos sienten la necesidad de verse, de comunicarse entre sí, nosotros también necesitamos estos momentos de intimidad con el Señor. Reservamos al menos media hora diaria para la plegaria personal, a la que llamamos oración. La plegaria litúrgica y comunitaria nos pone a todos en contacto con Dios. San Benito exige en su Regla "que nada se prefiera sobre la obra de Dios" (cap. 43), es decir, la plegaria litúrgica. Nos reunimos siete veces al día para la plegaria litúrgica, lo que hace un total de ¡casi 35 horas por semana!

Leer

La lectio divina es del mismo modo un momento de intimidad con Dios. La lectio divina es un periodo de tiempo en el que escuchamos la Palabra de Dios, que nos fue entregada en la Biblia, por supuesto, pero también en la Tradición Eclesiástica, los escritos de los Padres y Doctores de la Iglesia, las vidas de los santos.

Que Dios nos hable, que quiera dialogar con nosotros, es para nosotros una fuente de fascinación. Intentamos no perder estas palabras de vida abriendo por completo nuestra mente, pero también nuestro corazón. En el cap. 48 de su Regla, San Benito pide que los monjes se dediquen todos los días, en horas concretas, a la lectio divina. En Solesmes, el momento reservado para ello es entre Laudes y la misa.

Trabajar

El encuentro con el Señor también se da durante el trabajo. También en el capítulo 48 de su Regla, San Benito explica que "la ociosidad es el enemigo del alma" (cap. 48) e insiste en que cada monje debe ser diligente en el trabajo que le sea asignado.

El propio Cristo santificó el trabajo con su oficio de carpintero. Nosotros nos unimos a Él cuando trabajamos. Si el trabajo se cumple según la Regla, no nos distrae de la presencia constante de Dios. Al contrario, favorece el silencio, la humildad, la obediencia y la caridad. Las relaciones de trabajo contribuyen a fortalecer la unidad de la comunidad. También preserva nuestro equilibrio mental. Ya que vivimos en clausura, tenemos una necesidad especial de mantenernos ocupados y dedicarnos a alguna actividad.

En concreto, el Padre mayordomo (cellerarius en latín) es responsable de diversas actividades, tanto intelectuales como materiales, que ayudan a que el monasterio pueda vivir de su trabajo. La Regla de San Benito exige una gran dedicación del mayordomo (cap. 31). Debe ser como un padre para la comunidad, mas no tomar decisiones sin el consentimiento del abad. Debe escuchar, entender las necesidades, pero saber decir que no cuando sea necesario. Su obediencia y su paciencia pasarán por pruebas difíciles en ocasiones.

Los servicios comunitarios (lavandería, sastre para fabricar y arreglar ropa, ropería, zapatería, encuadernación, pintura, mantenimiento de material y edificios, calefacción, electricidad, etcétera) limitan nuestra necesidad de ayuda exterior. La mayor parte de nuestros ingresos proviene de la librería del monasterio y de Éditions de Solesmes, que publican los libros editados por el taller de paleografía musical, los discos grabados por la comunidad y obras sobre la espiritualidad y la historia religiosa, escritos por monjes en su mayoría.

Pensamos que, al igual que el trabajo, la cultura es una realidad profundamente humana que nos acerca a Dios. Estamos convencidos de que existe una armonía profunda entre la razón y la fe. Animamos a los monjes con dotes artísticos a que les den una utilidad, pero cada uno de nosotros intentamos introducir belleza en todo lo que hacemos. Es una actitud muy benedictina: para San Benito el exterior y el interior, el cuerpo y el alma, deben trabajar al unísono. "Que nuestra mente esté en armonía con nuestra voz": esta recomendación que nos hizo San Benito sobre la liturgia (cap. 19) sirve para todas las actividades monásticas.